sábado, 17 de mayo de 2008

El futuro de la socialdemocracia


Tras ver las derrotas de la izquierda europea en Gran Bretaña e Italia, y sumarlas al resto de países europeos donde ya no gobiernan. De momento, es la esperanza.

Y no gobiernan por los fallos propios, que por ser mejor la derecha alternativa. En Italia la izquierda ha renacido en unidad de sus cenizas…en la oposición. En Suecia el hegemónico Partido Socialdemócrata ha vuelto a la oposición en una ¿quizás breve experiencia conservadora? La experiencia sueca no habla de períodos conservadores extensos. Noruega vive de nuevo bajo la izquierda, en Dinamarca no consigue quebrar el bloque de la derecha; Holanda corre el peligro de derivar en un derechisto populista y xenófobo y no prefiero hablar de Bélgica y su deriva federalista o confederalista.

En Portugal y en España la izquierda es fuerte. ¿Por qué? La izquierda europea vive una debilidad extrema: de programa e ideas. El gran programa, que fue el Estado del Bienestar, se ha instalado ya en la Europa occidental. Ahora el nuevo programa, si lo es, es defenderlo del acoso al que se le somete de parte de la derecha neoliberal. España y Portugal aún tienen un bienestar en pañales, Suecia está aún muy lejos, y, mientras se llegue, la izquierda tiene programa.

Las ideas caminan a ser una simple defensa del pasado y de la esterilidad para crear propuestas de los nuevos retos del siglo XXI: ahora quien puede ser conservador es la izquierda y reformista la derecha. Reformista pero no positiva; su reforma es el desmantelamiento del Bienestar por la ley de la selva.

Sí hay una cosa muy esencial que la derecha ha visto y la izquierda ha cedido: las ideas. La izquierda naturalmente tiene ideas, pero no vale tenerlas, no vale pensar que son mejores. Tiene que hacerlas llevar, hacer convencer que son verdaderamente las mejores.

La izquierda ha cometido muchos errores para intentar ganar unas elecciones, el giro a la derecha supone no solo una pérdida de identidad propia del origen humilde, sino la pérdida de ese votante humilde, huérfano de un partido que se le aleja. Y huérfano se echa en los brazos de la izquierda radical o del populismo xenófobo de la ultraderecha. Es una reacción desesperada a opciones que se alejan de llevar un programa creíble, es un voto protesta, no un programa de gobierno.

España ha demostrado que la victoria de la izquierda es desde la propia izquierda; una izquierda enfrentada a la derecha, una izquierda que no sólo ha ganado a la derecha sino que ha hecho algo mucho mejor: convencer. Y convenciendo ha ganado el respaldo de quien antes apoyaba a la izquierda radical o al nacionalismo. El voto protesta se ha convertido al programa de gobierno: en España la izquierda es la que es reformista.

El ciudadano, antes que ser de izquierdas o derechas es ciudadano, posee una conciencia crítica y ansía ilusión. Y votará en conciencia de con quien se identifique más. Y por eso la izquierda puede ganar el apoyo desde la izquierda, sin necesidad de viajar más allá del centro político.

El siglo XX fue un largo proceso de demostración que el futuro no es la ruptura violenta, sino la reforma. Podemos decir que Bernstein ganó el debate, y Kautsky también, porque no apoyó la violencia y pesadilla pervertida que fue el comunismo bolchevique. En esencia, ambos acabaron apoyando lo mismo, y la socialdemocracia alemana caminó por la vía parlamentaria y reformista, junto al resto de partidos socialistas. La alternativa comunista y fascista acabó con una profunda decepción y tragedia para demostrar que únicamente la vía de la reforma ha llevado a la clase trabajadora a avanzar hacia su bienestar material, y a dotar a los sistemas de un funcionamiento democrático y de un Estado de Bienestar.

La I Guerra Mundial acabó con el internacionalismo obrero. La izquierda necesita recuperar un consenso común de actuación, un programa global para aplicar al llegar al poder. El de la derecha es muy claro: destrucción del Bienestar y recorte de los derechos frente a la “amenaza” terrorista. Franklin dijo que quien recorta su libertad para aumentar su seguridad acabará perdiendo ambas cosas. ¿Cuál es el programa común de la izquierda? No hay, la Internacional Socialista ha desvirtuado su contenido para ser meramente un club de partidos. Necesitamos la coordinación internacional, dejar de pensar como países y pensar en globalidad, porque la libertad de la sociedad no es sólo prioridad de Europa, sino del planeta entero. ¿De qué nos sirve Internacional Socialista, la IUSY, ECOSY y Partido Socialista Europeo si no son instrumentos eficaces para la coordinación de las ideas?

Yo veo mucho futuro a la socialdemocracia, pero sólo si sabe dar la cara a la derecha. Y como en España, no basta con gestionar: hay que transformar sin miedo a nada.

martes, 13 de mayo de 2008

El personalismo, gusano del socialismo

Resulta admirable el trabajo de muchas personas, personas humildes que entregan su tiempo libre o dan una total dedicación al servicio de las ideas: luchando por el socialismo, trabajando por un ideal y por la mejora de la vida de las personas.

Gente así, son la inmensa mayoría, la mayoría silenciosa que ponen sus cargos y su fuerza para defender hasta sus últimas consecuencias el ideal socialista. Son gente que no quieren ni buscan cargos por tenerlos, por simple ambición propia, más que la propia y sana ambición de hacer todo lo posible por el bienestar de los ciudadanos. Junto a ellos, por desgracia, están los otros ambiciosos, los que no tienen escrúpulos, los que no tienen ideas, más que ideas huecas, falsamente progresistas, todas dirigidas a un punto: cargos, cargos, cargos, y vivir del cuento.

Creo que la gente puede dedicar toda su vida a la política, creo en gente que se forja un camino laboral y decide dedicarse por entero a la política por el ideal. Pero no puedo creer en gente que ya antes de hacerse un hueco en el mundo laboral, o al menos no tener decidida o terminada una carrera, una especialización laboral o haya al menos buscado su sustento más allá de la política, quiera meterse en ella de lleno y vivir de artificialidades.

Las juventudes de los partidos han de ser una cantera de los futuros miembros del partido, personas que han ido adquiriendo experiencia y que comparten todos una cosa en común: el ideal y el programa, no la ambición ni el personalismo. Y todas las juventudes de los partidos caen, y en esto también se incluyen las Juventudes Socialistas, a ser una cantera no de ideales sino de ocupantes de cargos. No para hacer, sino para no hacer. Las luchas que hay en los partidos y todas sus secciones no son luchas por el programa A o el programa B, sino porque fulano o mengano tengan su cargo y vivan del cuento. Y a esto las juventudes han representado idénticamente los conflictos de los partidos.

Hay personas, una persona, sin oficio ni beneficio, que puede acumular en su tarjeta de visita hasta tres cargos, como dirigir unas juventudes, ser técnico municipal de nada y ser diputado. Lo que no es ni mínimamente explicable sin manipular las palabras y los conceptos es tener un cargo con un sueldo a costa de los presupuestos municipales que solo se da por ganar un puesto y tener que vivir de algo por argucias. Lo que no es natural es que una persona sea diputado de la noche a la mañana sin un mínimo mérito para serlo. ¡Qué pensarían los griegos, creadores de la democracia, o los romanos, creadores del derecho! Creo en el mérito, en el cursus honorum basado en el mérito. Si criticamos a gente como Manuel Pizarro o Álvarez de Toledo, que ganan sus escaños sin méritos internos en las filas conservadoras, más que el “mérito” de embolsarse varios millones o de dejar por los suelos la independencia y rigor periodístico por servir a las directrices partidarias… deberemos también condenar lo mismo que ocurra, aunque sea en el seno del socialismo, ¿no? Si no pecaremos de hipócritas.

No es una crítica por ser la persona fulana o la persona mengana, no es la persona, ni mucho menos. Es el método, es la vía, son los actos. Convertir las juventudes de la región en algo menos que nada, sin voz entre la juventud, moviendo hilos para acabar con quien pueda elevar una voz distinta, hacer prácticas que rozan los límites de la ética (o de la legalidad, mismamente), o no ver lo que es la realidad, que no tenía peligros y que podía haber hecho exactamente lo mismo, o estar donde está ahora, con actos de integración, de buena voluntad. Y por añadir, con ideas propias basadas en el ideal socialista y no en la simple ambición personal. Porque, ¿ambición para qué? ¿Cargo o ideas?

Si no se ve el tremendo daño que esas actitudes crean entre la gente, es la constatación de que entre los dirigentes de los partidos hay muchos al único servicio de sus intereses personales, y ya por eso gente a la que hay que rechazar y alejarse. Pero por eso mismo temer lo que muchos ven: en la política hay gente sin escrúpulos. Y con eso solo salen perjudicados la ciudadanía misma y los que trabajan en la política por el ideal.

El socialismo no es eso. No es eso, no es eso, parafraseando a Ortega.